
A esta altura de los acontecimientos se empieza a visualizar para el ciudadano de a pie como piensan y como ejecutan las políticas de estado el gobierno nacional y los gobiernos provinciales “alineados” por migajas que ni les van a entregar, la negación discursiva y mediática de los graves y profundos problemas que conlleva el pago de salarios y jubilaciones de pobreza nos deja de cara hacia el peor escenario humano y social para los próximos meses en la Argentina.
Basta recordar una de las medidas más perversas de este gobierno que hace poco se reflejó en la negativa a la distribución y entrega de alimentos a comedores u organizaciones sociales que finalmente no pudieron ser entregados a quienes más lo necesitan.

La ola de cierres de organismos estatales sean estos educativos, de las salud, de la investigación, las suspensiones y despidos masivos en la industria, el cierre de fábricas, la caída del consumo, la paralización de las producción industrial, el aumento en las tarifas de los servicios y la idea de la destrucción del estado usando “motosierra infinita”, las restricciones presupuestarias que justifican el ajuste y que sabemos están argumentadas con mentiras, demonizando a lo público o lo estatal como si fuese gasto superficial y sin sentido, se han convertido en temas de análisis cotidiano en programas radiales, televisivos y en la prensa escrita, en donde las opiniones y los análisis de intelectuales, profesionales de la economía, sociólogos, escritores, sectores de la política y del sindicalismo e incluso la opinión del argentino en la calle suena cada vez más fuerte el de la queja y el lamento por no poder llegar a fin de mes sin tener que endeudarse y pedir prestado para soportar semejante ajuste salvaje y despiadado.

A diario los argentinos deben soportar de la voz oficial del gobierno nacional, que se expresa a través de sus voceros, ministros, periodismo oficialista y de la boca del propio presidente, que es hora de festejar la recuperación en la macro economía del país, pero eso a la luz de los hechos no le cambia la realidad cotidiana a un pueblo que en este momento abriga una suerte de optimismo terminal que por ahora se limita a esperar lo mejor y prepararse para lo peor.



